La naturaleza del cuerpo, las políticas de la naturaleza

por @chacsol
publicado originalmente en revista Magis, diciembre 2014. Sección SENSUS

La versión más socorrida para entender qué es el cuerpo humano, esa que aprendemos en las aulas escolares, es la versión naturalista, esto es, aquella que describe al cuerpo como un conjunto de células, tejidos, aparatos y sistemas fisiológicos que se autorregulan, engendrado por otros cuerpos similares, que se desarrollan, envejecen y mueren.  La versión naturalista del cuerpo ha sido útil, en cierto sentido, para comprender los cambios del cuerpo con la edad y sus desavenencias (enfermedades, trastornos, malformaciones, etc.) y cómo remediarlas. Sin embargo, la explicación naturalista del cuerpo ha ocultado históricamente que “la naturaleza” también es un discurso, configurado política e ideológicamente, en el que se inscriben las normas acerca de cómo deben ser los cuerpos de acuerdo a las relaciones de poder. Hablar de un “cuerpo natural” no es una forma de describir un cuerpo ajeno a las intervenciones humanas. Porque un cuerpo así sencillamente no existe. Nuestras concepciones, percepciones y experiencias del cuerpo están atravesadas por discursos que prescriben al cuerpo, diría Judith Butler. Esos discursos son colectivos, históricos y culturales y se traducen en prácticas semiótico-materiales, desde y sobre el propio cuerpo: lingüísticas, médicas, sexuales, laborales, deportivas, mercantiles, intelectuales, de representaciones audiovisuales, alimenticias, quirúrgicas, estéticas, artísticas, bélicas, taxonómicas, punitivas, etcétera. Aquí cinco ideas para comprender el devenir de los cuerpos:

1)   La concepción naturalista del cuerpo está ligada a la comprensión occidental de éste como casa de la mente, lo cual implica una escisión entre el cuerpo y una “esencia” que lo controla y lo motiva: una máquina que recibe órdenes de una inteligencia que lo habita. Tengo un cuerpo, no soy un cuerpo, podríamos decir. En el imaginario reciente de la cultura pop recordamos a Krang, el villano de las Tortugas Ninja: un cerebro con tentáculos que operaba desde el vientre de un corpulento androide.



2)   El primer criterio de clasificación “natural” de los cuerpos es el sexo, la obvia diferencia que determina nuestros destinos. La bióloga feminista AnneFausto-Sterling pone de relieve que dicha obviedad sólo es posible en el contexto de un sistema social de género binario que precede a los cuerpos y no al revés. Los cuerpos intersexuados (con características sexuales que no se ajustan a hombre o mujer) suelen ser “corregidos” en el quirófano por no ajustarse a la mentalidad binaria. La carrera de la atleta española María Patiño fue destrozada a partir del examen que determinaba que, a pesar de parecer una mujer, sus cromosomas eran de hombre. Antes que considerar una nueva posibilidad corporal, se diagnostica una anomalía.




3)   A partir de la naturalización de la diferencia sexual, se establecen los criterios de valoración cultural de los cuerpos en torno al rechazo, por ejemplo, de la gordura. Se estandarizan las medidas “saludables” para el cuerpo que en realidad son estéticas, como el Índice de Masa Corporal. Por esa razón, varias activistas feministas reivindican los cuerpos gordos no apelando a los “cuerpos naturales” que no son más que una construcción discursiva que nos somete a determinados pesos y medidas, sino a la existencia de las carnes abundantes para el placer.

Gordofobia - Cortometraje documental from Sara Monba on Vimeo.

4)   Todos los cuerpos en la era global además de sexuados son racializados. No hay cuerpo que escape a los significados culturales atribuidos a determinados fenotipos. En España se asume con frecuencia que las mujeres latinoamericanas migradas son ideales para las labores de cuidado de niños, enfermos y ancianos, como si la cultura de procedencia funcionara como una especie de segunda naturaleza. Como consecuencia muchas adolescentes migradas son orientadas en las escuelas de educación básica hacia esas labores.


5)   Siguiendo el análisis biopolítico de M. Foucault, la filósofo feminista Beatriz Preciado afirma que en las últimas décadas laindustria farmacológica, legal e ilegal, se hace cargo del ejercicio de sujeción más poderoso de los cuerpos respecto a la economía global. A cada estado de ánimo, a cada deseo, corresponde un diagnóstico y su remedio bioquímico. Analgésicos, psicotrópicos, calmantes, vacunas, adelgazantes, transgénicos, retro-virales, anticonceptivos, estimulantes y hormonas sintéticas inoculan nuestras células vinculándonos a la producción incesante de capital mediante el discurso científico, legitimado para hacer mutar deliberadamente a los “cuerpos naturales”.

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