por ChacSol
Pablo Fernández Christlieb (Ciudad de México, 1954) es profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se licenció en psicología, para después hacer estudios de maestría en la Universidad de Keele en Inglaterra y ser el primer doctor graduado en el Colegio de Michoacán. Luego hizo el postdoctorado en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París. Ha viajado también para hacer clases y estancias en Querétaro, Santiago de Chile, Caracas y Barcelona.
Pero Pablo es sobre todo un referente teórico, ético, sentimental, casi mítico de la psicología social en Iberoamérica, y también para quienes gustan de la buena literatura en ciencias sociales. Sin embargo el interés por sus textos se extiende a gente poco relacionada con el ámbito académico. La labor de Pablo ha consistido en generar un conocimiento profundo de la sociedad materializado en ensayos teóricos y "ensayitos" sobre cultura cotidiana. Psicología de la cultura, psicología estética, psicología de la sociedad, veteropsicología, psicología literaria, psicología inútil... así ha adjetivado él mismo la psicología que propone, pero que finalmente se inscribe en una tradición de pensamiento identificable históricamente como psicología colectiva, a la que ha dedicado su estudio. Como él mismo cita a William James: uno tiene una sola idea en toda su vida y lo que hace durante ésta es darle vueltas.
La primera vez que lo escuché fue en una semana cultural de psicología en la Universidad Autónoma de Querétaro, en septiembre del año 2000. Se usaba de pretexto que acababa de publicar su libro La afectividad colectiva para que hiciera una presentación. Él dio lectura a "La crónica sentimental de la sociedad" que es una narración de cómo se forman y se destruyen las sociedades haciendo una analogía con las etapas que suele vivir una pareja: enamoramiento, celos, rompimiento, perdón, esperanza. Al final de la conferencia ofreció su hipótesis de por qué Vicente Fox ganó las elecciones en México aquel año: los mexicanos como siempre perdonamos, y perdonar quiere decir que ya no nos importa, por lo que el perdón es una especie de venganza. Aquel año le dimos el perdón definitivo al PRI, lo cual no quiere decir que nos hirió pero ya ni nos acordamos, nos olvidamos incluso de votarlos. La venganza definitiva hacia una revolución que nos enamoró y luego nos traicionó, como en las parejas. Después un estudiante de psicología social queriendo dar seriedad teórica a la ronda de preguntas le cuestionó el lugar que ocupaba "el sujeto" en su teoría/relato a lo que Pablo contestó desenfadado: "ni existe". Esta respuesta supuso un duro revés a los estudiosos de la psicología social en Querétaro y supuestos seguidores de la obra de Pablo, pues el plan de estudios del área de psicología social de la facultad giraba en torno a la subjetividad, el sujeto y todos sus derivados, palabras que siguen resonando con fuerza en las ciencias sociales. A posteriori tuvieron que inventar sus justificaciones para decir que el tinglado encajaba con las palabras del maestro.
En una entrevista que le hicimos a Pablo en abril de 2003, que luego aparecería publicada en el número 1 de la revista Diálogos para repensar la psicología, nos hablaba un poco más sobre esta cuestión de la subjetividad: es un cuento malo, dijo. Ningún problema con que sea un cuento, porque la psicología colectiva al igual que cualquier ciencia y explicación del mundo es un cuento, pero de lo que se trata es de que sean cuentos interesantes. El asunto de la subjetividad en la psicología colectiva no tiene cabida como argumento teórico porque termina enfocándose en el sujeto, que se vuelve individuo, y los problemas se vuelven individuales, siendo que la psicología colectiva mira a la sociedad como una entidad pensante en sí misma, indivisible en partes, como pensara Durkheim, y lo que interesaría a esta disciplina son sus formas, como propusiera Simmel, y no tanto la interacción, la intersubjetividad o el discurso como tanto parlotea la psicología social "crítica".
Y digo no tanto porque Pablo tiene la habilidad de jugar con las palabras que resulta impredecible con qué aventura conceptual-literaria vendrá la siguiente conferencia, el siguiente libro. Recuerdo que en aquella entrevista decía que no le gustaba el concepto de interacción porque le remitía justamente a la "construcción de sujetos", en el sentido de que siempre se trata de individuos que se encuentran y construyen la realidad de la que hablan, que finalmente proviene de individuos, y no propiamente de formaciones sociales, como sí lo son los objetos, las sonrisas, las sillas, los gestos, los zapatos, los estadios de futbol, hasta el pollo frito. Tiempo después publicó el libro El concepto de psicología colectiva en que uno de los conceptos a tratar es el de la interacción a la cual se refiere como "sustancia activa fundamental de las sociedades", la interacción "es el pensamiento, y quien piensa es la sociedad". Como puede deducirse de estas frases no es que se olvide de lo que ha dicho antes, o que se contradiga confundido con sus propias ideas. En todo caso se contradice deliberadamente porque de lo que nunca se olvida es de que la psicología colectiva es un juego, un juego literario. Un amigo que leyó el libro de Pablo Los objetos y esas cosas, dijo haberlo disfrutado mucho, pero que le parecía que en ocasiones pecaba de "determinista". Yo le digo que esto sucede si nos tomamos en serio lo que dice el libro, en el sentido de que esté intentando enunciar verdades cieníficas. Más bien está intentando decir cosas interesantes acerca del mundo que nos contiene. Es por ello que los estudiantes de psicología social ávidos de teorías con las cuáles justificar sus tesis encuentran muchos problemas para "aplicar" la psicología colectiva a sus campos de investigación a pesar de que les resulta una propuesta encantadora. Es que la psicología colectiva no pertenece al orden de las ciencias sociales, ni siquiera de las ciencias de la cultura (aunque el mismo Pablo lo haya dicho en algún texto para después desdecirse), sino al pensamiento mismo de la sociedad, y este no se aplica, simplemente se recrea a través de las prácticas más "alógicas" como tomarse una taza de café para curarse las penas de una mañana de oficina.
Pablo parece disfrutar mucho de su trabajo: ir a la universidad y pararse ante un nutrido auditorio de estudiantes para hablar de psicología social, escribir libros que luego pasan de mano en mano incluso entre los más ajenos a la disciplina, hacer su columna "El espíritu inútil" para el periódico y artículos para revistas, ir de un lugar a otro invitado para dar conferencias, seminarios, clases, debatir en simposios. A pesar de lo inofensivo de dichas actividades, al contrario de lo que ocurre con sus alumnos, a muchos de sus colegas y otras autoridades académicas les causa urticaria la presencia de Pablo en los espacios académicos. Resulta curioso que no participe en los posgrados de psicología de su propia universidad y sea más reconocido en Caracas o Barcelona. A él no parece disgustarle mucho ser tratado como un extraño al que aunque le inviten al restaurante más caro siempre pedirá filete con papas.
Un extraño, según el mismo Pablo, "es aquél que se encuentra [...] en un grupo pero que no pertenece de origen a él, de manera que, aunque hable el mismo idioma, se sepa los mismos chistes, trabaje con los demás y sea conocido por todos, hay algo en él que de repente lo hace aparecer como un desconocido, como alguien que está adentro y es cercano pero que al mismo tiempo como si se alejara y estuviera fuera, y que por esta razón puede contemplar a la comunidad de otro modo, y aprender de ellos cosas que nadie puede conocer, porque, curiosamente, es al extraño a quien a veces se le cuentan los secretos que no se dicen". Pero un extraño es quien mejor puede comprender la realidad porque tiene la doble cualidad de pertenecer a ella y de no pertenecer, esto es, de situarse en el límite: "para investigar el mundo de las formas, el investigador debe encontrarse al mismo tiempo dentro y fuera de la forma, porque quien solamente está dentro de ella, como lo está un neoyorkino en Nueva York, un adolorido en su dolor, solamente la puede vivir pero no reflexionar para comprender, y porque quien solamente está fuera de ella, como lo está un científico social que revisa sus reportes y estadísticas, solamente la puede catalogar y graficar pero no entender. Hay que pertenecer y no pertenecer [...] Hay que ser un tanto antisocial [...] Hay que ser testigo no protagonista". Estas palabras de Pablo que aquí cito, las dice a propósito de Georg Simmel, "el sociólogo de lo extraño", quien "pudo comprender su sociedad porque no se juntaba con los demás académicos y porque no recibía privilegios ni premios: el precio del reconocimiento y del éxito de los intelectuales, académicos, compositores, artistas y demás trabajadores del conocimiento es que se le quita el límite y se les invita a pasar adentro del sistema del prestigio y las canonjías, y una vez estando adentro, ya sólo se pueden divertir y enorgullecer, pero ya no pueden conocer: cuando se les quita su marginalidad se les quita su pensamiento." En consecuencia, cuenta Pablo, "a Simmel lo bloquearon por todas partes, [...] por pensar por cuenta propia, por despreciar el estilo académico esclerotizado, por no citar en sus textos a las vacas sagradas, por envida, por celos, por solitario, por hacer una sociología de esteta, por no organizar grupitos de discípulos aduladores". Está hablando de sí mismo, dicen quienes le conocen, y no disfrazadamente, sino que está reivindicando la coherencia entre vida y pensamiento de quienes hacen psicología colectiva (todas las citas de este párrafo son de La sociedad mental, págs. 43-45).
En el I Congreso Internacional de Psicología Social en la BUAP (Puebla) en octubre de 2002, se organizó un "conversatorio" entre los conferencistas magistrales. Ahí estaban Kenneth Gergen, Denise Jodelet entre otros célebres y renombrados psicólogos sociales. El "conversatorio" consistía en que el auditorio hiciera preguntas que cada conferencista respondería y así podríamos comparar sus distintos puntos de vista. Pablo afortunadamente cayó de chiripa en aquel conversatorio. Algún conferencista canceló de última hora y él era el que estaba a la mano. Alguien preguntó por qué habían elegido cada uno la perspectiva teórica que tenían. Un psicólogo chileno muy serio contestó que eran muchos los muertos por los totalitarismos, que la psicología social era casi una obligación como herramienta liberadora, y varias opiniones por el estilo. Pablo desfachatadamente contestó que él hacía psicología colectiva porque le daba mucha flojera tener que hacer una psicología que implicara hacer encuestas en la calle, y que esta psicología ensayística le permitía trabajar cómodamente desde su casa. La respuesta causó mucha incomodidad entre los otros conferencistas. Después alguien más preguntó para qué servía la psicología social. Otra vez los muy serios ponentes sacaron una lista de beneficios y responsabilidades sociales de la disciplina. Y otra vez Pablo: "la psicología colectiva no sirve para nada", no sirve para arreglar desperfectos, intervenir grupos ni modificar conductas. Sirve solamente para pensar. Alguna otra asistenta al evento increpó que si no servía para nada cómo se podía trabajar profesionalmente con eso. Pablo dijo que como estudiar psicología colectiva implicaba pensar, esto es usar la inteligencia, aquel que estudiara psicología colectiva sería lo suficientemente inteligente para solucionar el asunto de obtener empleo y arreglarse la vida. Lo que no se vale, seguía con su argumento, es que uno se pase ocho horas diarias haciendo cosas que luego va a decir que son psicología social y que en realidad no tienen nada que ver con eso, y peor aun, que termine tan cansado que ya no le queden ganas para hacer realmente psicología social. Estas respuestas en algunos provocaron sonrisas, en otros sorpresa, pero más de alguno, incluyendo a los expertos que tenía al lado, sintió molestia tirando a la indignación. Después, su conferencia, a la que llegó como sustituto, fue sin duda la más interesante del congreso.
Son diversas las impresiones que causan las palabras de Pablo Fernández Christlieb, escritas o habladas (aunque sus conferencias suelen ser lecturas de ensayos, con lo que uno cada vez que le lee tiende a imaginar su cadenciosa voz): está muy bonito lo que está diciendo pero luego no se puede explicar que fue lo que dijo, se quejan algunos; a otros les choca que plantee una psicología que prescinda del individuo y el cerebro, o que no tenga como fin hacer terapias o intervenciones psicológicas, porque "sería autogol" dijo respondiendo a una pregunta al final de una conferencia: la psicología colectiva debe hallar sus argumentos en y desde lo simbólico, que está en el entramado de la sociedad, para estudiar el cerebro mejor nos vamos a hacer psicofisiología o neurología, respondió airado. Además "la teoría cura" agregó. Conozco a más de alguno que le ha hallado sentido al mundo que le rodea profundizando en buenas obras del pensamiento, y que suelen tener como guía a Pablo Fernández. Sé incluso de quienes han sazonado sus melancolías leyendo "La crónica sentimental de la sociedad" o el libro La afectividad colectiva. Tampoco faltan los fans que se han vuelto expertos en Fernández Christlieb y que piden la palabra para responder en su nombre cuando alguien más le hace una pregunta o le refuta un argumento en público. En fin, que como dice el profe Rubén García, Pablo es un mago: sus palabras encantan.
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Diez años después de aquel primer encuentro en Querétaro, volvemos a ver a Pablo, esta vez en Barcelona. Otra vez La crónica sentimental de la sociedad. Sólo que esta ocasión la ha leído en una pequeña sala de estar, y su auditorio éramos dos personas. Esta vez está contento porque la selección mexicana de futbol ha pegado una en el mundial y los mexicanos, en pleno "desastre moral" avalado por el sexenio presidencial de turno, tendremos motivo por unos días para festejar. Sin embargo, he sido yo el que le ha anunciado el buen resultado, la desesperanza le obligó a no sufrir el partido por televisión. Él sigue investigando qué piensa la sociedad, y qué siente cuando piensa. Y sigue siendo tan gentil como siempre.
Junio de 2010.
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Volvimos a encontrarnos con Pablo, a la distancia, todavía en pandemia, para conversar, junto con dr. Psiconauta (aka Christian Grimaldo) en el programa de radio comunitaria/podcast El VecinRadio, a propósito de los treinta años de la publicación de su primer libro, El espíritu de la calle.
Pero Pablo es sobre todo un referente teórico, ético, sentimental, casi mítico de la psicología social en Iberoamérica, y también para quienes gustan de la buena literatura en ciencias sociales. Sin embargo el interés por sus textos se extiende a gente poco relacionada con el ámbito académico. La labor de Pablo ha consistido en generar un conocimiento profundo de la sociedad materializado en ensayos teóricos y "ensayitos" sobre cultura cotidiana. Psicología de la cultura, psicología estética, psicología de la sociedad, veteropsicología, psicología literaria, psicología inútil... así ha adjetivado él mismo la psicología que propone, pero que finalmente se inscribe en una tradición de pensamiento identificable históricamente como psicología colectiva, a la que ha dedicado su estudio. Como él mismo cita a William James: uno tiene una sola idea en toda su vida y lo que hace durante ésta es darle vueltas.
La primera vez que lo escuché fue en una semana cultural de psicología en la Universidad Autónoma de Querétaro, en septiembre del año 2000. Se usaba de pretexto que acababa de publicar su libro La afectividad colectiva para que hiciera una presentación. Él dio lectura a "La crónica sentimental de la sociedad" que es una narración de cómo se forman y se destruyen las sociedades haciendo una analogía con las etapas que suele vivir una pareja: enamoramiento, celos, rompimiento, perdón, esperanza. Al final de la conferencia ofreció su hipótesis de por qué Vicente Fox ganó las elecciones en México aquel año: los mexicanos como siempre perdonamos, y perdonar quiere decir que ya no nos importa, por lo que el perdón es una especie de venganza. Aquel año le dimos el perdón definitivo al PRI, lo cual no quiere decir que nos hirió pero ya ni nos acordamos, nos olvidamos incluso de votarlos. La venganza definitiva hacia una revolución que nos enamoró y luego nos traicionó, como en las parejas. Después un estudiante de psicología social queriendo dar seriedad teórica a la ronda de preguntas le cuestionó el lugar que ocupaba "el sujeto" en su teoría/relato a lo que Pablo contestó desenfadado: "ni existe". Esta respuesta supuso un duro revés a los estudiosos de la psicología social en Querétaro y supuestos seguidores de la obra de Pablo, pues el plan de estudios del área de psicología social de la facultad giraba en torno a la subjetividad, el sujeto y todos sus derivados, palabras que siguen resonando con fuerza en las ciencias sociales. A posteriori tuvieron que inventar sus justificaciones para decir que el tinglado encajaba con las palabras del maestro.
En una entrevista que le hicimos a Pablo en abril de 2003, que luego aparecería publicada en el número 1 de la revista Diálogos para repensar la psicología, nos hablaba un poco más sobre esta cuestión de la subjetividad: es un cuento malo, dijo. Ningún problema con que sea un cuento, porque la psicología colectiva al igual que cualquier ciencia y explicación del mundo es un cuento, pero de lo que se trata es de que sean cuentos interesantes. El asunto de la subjetividad en la psicología colectiva no tiene cabida como argumento teórico porque termina enfocándose en el sujeto, que se vuelve individuo, y los problemas se vuelven individuales, siendo que la psicología colectiva mira a la sociedad como una entidad pensante en sí misma, indivisible en partes, como pensara Durkheim, y lo que interesaría a esta disciplina son sus formas, como propusiera Simmel, y no tanto la interacción, la intersubjetividad o el discurso como tanto parlotea la psicología social "crítica".
Y digo no tanto porque Pablo tiene la habilidad de jugar con las palabras que resulta impredecible con qué aventura conceptual-literaria vendrá la siguiente conferencia, el siguiente libro. Recuerdo que en aquella entrevista decía que no le gustaba el concepto de interacción porque le remitía justamente a la "construcción de sujetos", en el sentido de que siempre se trata de individuos que se encuentran y construyen la realidad de la que hablan, que finalmente proviene de individuos, y no propiamente de formaciones sociales, como sí lo son los objetos, las sonrisas, las sillas, los gestos, los zapatos, los estadios de futbol, hasta el pollo frito. Tiempo después publicó el libro El concepto de psicología colectiva en que uno de los conceptos a tratar es el de la interacción a la cual se refiere como "sustancia activa fundamental de las sociedades", la interacción "es el pensamiento, y quien piensa es la sociedad". Como puede deducirse de estas frases no es que se olvide de lo que ha dicho antes, o que se contradiga confundido con sus propias ideas. En todo caso se contradice deliberadamente porque de lo que nunca se olvida es de que la psicología colectiva es un juego, un juego literario. Un amigo que leyó el libro de Pablo Los objetos y esas cosas, dijo haberlo disfrutado mucho, pero que le parecía que en ocasiones pecaba de "determinista". Yo le digo que esto sucede si nos tomamos en serio lo que dice el libro, en el sentido de que esté intentando enunciar verdades cieníficas. Más bien está intentando decir cosas interesantes acerca del mundo que nos contiene. Es por ello que los estudiantes de psicología social ávidos de teorías con las cuáles justificar sus tesis encuentran muchos problemas para "aplicar" la psicología colectiva a sus campos de investigación a pesar de que les resulta una propuesta encantadora. Es que la psicología colectiva no pertenece al orden de las ciencias sociales, ni siquiera de las ciencias de la cultura (aunque el mismo Pablo lo haya dicho en algún texto para después desdecirse), sino al pensamiento mismo de la sociedad, y este no se aplica, simplemente se recrea a través de las prácticas más "alógicas" como tomarse una taza de café para curarse las penas de una mañana de oficina.
Pablo parece disfrutar mucho de su trabajo: ir a la universidad y pararse ante un nutrido auditorio de estudiantes para hablar de psicología social, escribir libros que luego pasan de mano en mano incluso entre los más ajenos a la disciplina, hacer su columna "El espíritu inútil" para el periódico y artículos para revistas, ir de un lugar a otro invitado para dar conferencias, seminarios, clases, debatir en simposios. A pesar de lo inofensivo de dichas actividades, al contrario de lo que ocurre con sus alumnos, a muchos de sus colegas y otras autoridades académicas les causa urticaria la presencia de Pablo en los espacios académicos. Resulta curioso que no participe en los posgrados de psicología de su propia universidad y sea más reconocido en Caracas o Barcelona. A él no parece disgustarle mucho ser tratado como un extraño al que aunque le inviten al restaurante más caro siempre pedirá filete con papas.
Un extraño, según el mismo Pablo, "es aquél que se encuentra [...] en un grupo pero que no pertenece de origen a él, de manera que, aunque hable el mismo idioma, se sepa los mismos chistes, trabaje con los demás y sea conocido por todos, hay algo en él que de repente lo hace aparecer como un desconocido, como alguien que está adentro y es cercano pero que al mismo tiempo como si se alejara y estuviera fuera, y que por esta razón puede contemplar a la comunidad de otro modo, y aprender de ellos cosas que nadie puede conocer, porque, curiosamente, es al extraño a quien a veces se le cuentan los secretos que no se dicen". Pero un extraño es quien mejor puede comprender la realidad porque tiene la doble cualidad de pertenecer a ella y de no pertenecer, esto es, de situarse en el límite: "para investigar el mundo de las formas, el investigador debe encontrarse al mismo tiempo dentro y fuera de la forma, porque quien solamente está dentro de ella, como lo está un neoyorkino en Nueva York, un adolorido en su dolor, solamente la puede vivir pero no reflexionar para comprender, y porque quien solamente está fuera de ella, como lo está un científico social que revisa sus reportes y estadísticas, solamente la puede catalogar y graficar pero no entender. Hay que pertenecer y no pertenecer [...] Hay que ser un tanto antisocial [...] Hay que ser testigo no protagonista". Estas palabras de Pablo que aquí cito, las dice a propósito de Georg Simmel, "el sociólogo de lo extraño", quien "pudo comprender su sociedad porque no se juntaba con los demás académicos y porque no recibía privilegios ni premios: el precio del reconocimiento y del éxito de los intelectuales, académicos, compositores, artistas y demás trabajadores del conocimiento es que se le quita el límite y se les invita a pasar adentro del sistema del prestigio y las canonjías, y una vez estando adentro, ya sólo se pueden divertir y enorgullecer, pero ya no pueden conocer: cuando se les quita su marginalidad se les quita su pensamiento." En consecuencia, cuenta Pablo, "a Simmel lo bloquearon por todas partes, [...] por pensar por cuenta propia, por despreciar el estilo académico esclerotizado, por no citar en sus textos a las vacas sagradas, por envida, por celos, por solitario, por hacer una sociología de esteta, por no organizar grupitos de discípulos aduladores". Está hablando de sí mismo, dicen quienes le conocen, y no disfrazadamente, sino que está reivindicando la coherencia entre vida y pensamiento de quienes hacen psicología colectiva (todas las citas de este párrafo son de La sociedad mental, págs. 43-45).
En el I Congreso Internacional de Psicología Social en la BUAP (Puebla) en octubre de 2002, se organizó un "conversatorio" entre los conferencistas magistrales. Ahí estaban Kenneth Gergen, Denise Jodelet entre otros célebres y renombrados psicólogos sociales. El "conversatorio" consistía en que el auditorio hiciera preguntas que cada conferencista respondería y así podríamos comparar sus distintos puntos de vista. Pablo afortunadamente cayó de chiripa en aquel conversatorio. Algún conferencista canceló de última hora y él era el que estaba a la mano. Alguien preguntó por qué habían elegido cada uno la perspectiva teórica que tenían. Un psicólogo chileno muy serio contestó que eran muchos los muertos por los totalitarismos, que la psicología social era casi una obligación como herramienta liberadora, y varias opiniones por el estilo. Pablo desfachatadamente contestó que él hacía psicología colectiva porque le daba mucha flojera tener que hacer una psicología que implicara hacer encuestas en la calle, y que esta psicología ensayística le permitía trabajar cómodamente desde su casa. La respuesta causó mucha incomodidad entre los otros conferencistas. Después alguien más preguntó para qué servía la psicología social. Otra vez los muy serios ponentes sacaron una lista de beneficios y responsabilidades sociales de la disciplina. Y otra vez Pablo: "la psicología colectiva no sirve para nada", no sirve para arreglar desperfectos, intervenir grupos ni modificar conductas. Sirve solamente para pensar. Alguna otra asistenta al evento increpó que si no servía para nada cómo se podía trabajar profesionalmente con eso. Pablo dijo que como estudiar psicología colectiva implicaba pensar, esto es usar la inteligencia, aquel que estudiara psicología colectiva sería lo suficientemente inteligente para solucionar el asunto de obtener empleo y arreglarse la vida. Lo que no se vale, seguía con su argumento, es que uno se pase ocho horas diarias haciendo cosas que luego va a decir que son psicología social y que en realidad no tienen nada que ver con eso, y peor aun, que termine tan cansado que ya no le queden ganas para hacer realmente psicología social. Estas respuestas en algunos provocaron sonrisas, en otros sorpresa, pero más de alguno, incluyendo a los expertos que tenía al lado, sintió molestia tirando a la indignación. Después, su conferencia, a la que llegó como sustituto, fue sin duda la más interesante del congreso.
Son diversas las impresiones que causan las palabras de Pablo Fernández Christlieb, escritas o habladas (aunque sus conferencias suelen ser lecturas de ensayos, con lo que uno cada vez que le lee tiende a imaginar su cadenciosa voz): está muy bonito lo que está diciendo pero luego no se puede explicar que fue lo que dijo, se quejan algunos; a otros les choca que plantee una psicología que prescinda del individuo y el cerebro, o que no tenga como fin hacer terapias o intervenciones psicológicas, porque "sería autogol" dijo respondiendo a una pregunta al final de una conferencia: la psicología colectiva debe hallar sus argumentos en y desde lo simbólico, que está en el entramado de la sociedad, para estudiar el cerebro mejor nos vamos a hacer psicofisiología o neurología, respondió airado. Además "la teoría cura" agregó. Conozco a más de alguno que le ha hallado sentido al mundo que le rodea profundizando en buenas obras del pensamiento, y que suelen tener como guía a Pablo Fernández. Sé incluso de quienes han sazonado sus melancolías leyendo "La crónica sentimental de la sociedad" o el libro La afectividad colectiva. Tampoco faltan los fans que se han vuelto expertos en Fernández Christlieb y que piden la palabra para responder en su nombre cuando alguien más le hace una pregunta o le refuta un argumento en público. En fin, que como dice el profe Rubén García, Pablo es un mago: sus palabras encantan.
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Diez años después de aquel primer encuentro en Querétaro, volvemos a ver a Pablo, esta vez en Barcelona. Otra vez La crónica sentimental de la sociedad. Sólo que esta ocasión la ha leído en una pequeña sala de estar, y su auditorio éramos dos personas. Esta vez está contento porque la selección mexicana de futbol ha pegado una en el mundial y los mexicanos, en pleno "desastre moral" avalado por el sexenio presidencial de turno, tendremos motivo por unos días para festejar. Sin embargo, he sido yo el que le ha anunciado el buen resultado, la desesperanza le obligó a no sufrir el partido por televisión. Él sigue investigando qué piensa la sociedad, y qué siente cuando piensa. Y sigue siendo tan gentil como siempre.
Junio de 2010.
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Volvimos a encontrarnos con Pablo, a la distancia, todavía en pandemia, para conversar, junto con dr. Psiconauta (aka Christian Grimaldo) en el programa de radio comunitaria/podcast El VecinRadio, a propósito de los treinta años de la publicación de su primer libro, El espíritu de la calle.
Febrero de 2021.
Libros de Pablo Fernández Christlieb:
El espíritu de la calle. Psicología política de la cultura cotidiana. (1991). Barcelona/Querétaro: Anthropos/UAQ, 2004.
Libro en archivo descargable
La psicología colectiva un fin de siglo más tarde. (1994). Barcelona/Zamora: Anthropos/Col. Mich.
La afectividad colectiva. (1999). México: Taurus, 2000.
Los objetos y esas cosas. (2003). México: El Financiero.
"Acerca de Los objetos y esas cosas" por Raquel Ribeiro Toral en OPsiones no. 69.
La sociedad mental. (2004). Barcelona: Anthropos.
Reseña de Víctor Hernández Ramírez en Athenea Digital no. 7.
La velocidad de las bicicletas y otros ensayos de cultura cotidiana. (2005). México: Vila.
Reseña de Jahir Navalles Gómez en Athenea Digital no. 8.
El concepto de psicología colectiva. (2006). México: UNAM.
Texto completo mecanografiado y cedido por el autor.
La forma de los miércoles. Cómo disfrutar lo que pasa inadvertido (2009). México: Editoras Los Miércoles.
Presentación a cargo del autor.
El espíritu de la calle. Psicología política de la cultura cotidiana. (1991). Barcelona/Querétaro: Anthropos/UAQ, 2004.
Libro en archivo descargable
La psicología colectiva un fin de siglo más tarde. (1994). Barcelona/Zamora: Anthropos/Col. Mich.
La afectividad colectiva. (1999). México: Taurus, 2000.
Los objetos y esas cosas. (2003). México: El Financiero.
"Acerca de Los objetos y esas cosas" por Raquel Ribeiro Toral en OPsiones no. 69.
La sociedad mental. (2004). Barcelona: Anthropos.
Reseña de Víctor Hernández Ramírez en Athenea Digital no. 7.
La velocidad de las bicicletas y otros ensayos de cultura cotidiana. (2005). México: Vila.
Reseña de Jahir Navalles Gómez en Athenea Digital no. 8.
El concepto de psicología colectiva. (2006). México: UNAM.
Texto completo mecanografiado y cedido por el autor.
La forma de los miércoles. Cómo disfrutar lo que pasa inadvertido (2009). México: Editoras Los Miércoles.
Presentación a cargo del autor.
Lo que se siente pensar o La cultura como psicología (2011). México: Taurus.
Presentación de Héctor Eduardo Robledo y del autor
Filosofía de las canciones que salen en el radio (2011). Monterrey: Ediciones Intempestivas.
Presentación de Livier Fernández Topete, Roberto Maldonado Espejo y el autor.
Comentarios
Y aunque se que al maestro Pablo le causaría escozor escuchar estas palabras, despues de leer y releer
me convenzo de que soy una de sus eternas admiradoras.
Un abrazo (que aún sin conocernos, por afinidad de pensamiento, lo hace familiar).
nadie como tu.
Es un privilegio haber tenido clases con él.
Sin lugar a dudas un excelente profesor; como persona no se diga! Tiene un conocimiento que, mis respetos...
Como este tipo de maestros son los que debemos seguir su ejemplo. Claro! Orgullosamente UNAM :) ¿Acaso hay otra?
Pablo, muchas gracias por darle al mundo cosas tan maravillosas como las q has dado. Por algo será su nombre: ese amor a Dios, que ha de ser amor a la sociedad. Pues como el mismo lo dice, ese "Dios" a quien tanto le canta la gente no es más q el espírituo colectivo q anda rondando por las calles.Claudi Aguila