por Pablo Fernández Christlieb
Toda sociedad, como toda ciudad, y como todo, tiene dos límites: donde empieza y donde termina. Donde empieza recibe el nombre de creación, fundación, centro, inauguración u origen; donde termina, recibe el nombre de que ahí-se-acabó, o de destrucción, fin, o como sea, total, para cuando eso sucede ya no hay nadie a quien le importe ponerle nombre. Las sociedades grandes, como la romana, empiezan con un mito, un acto sagrado, un ritual, es decir, con un movimiento de masas o multitudes, y terminan con la destrucción de sus murallas, de sus caminos, de su idioma, y sus habitantes vagando por cinco siglos en la noche de la edad media. Las sociedades pequeñas, mínimas, que son las que se forman entre dos, empiezan también como un movimiento de masas, que recibe el nombre común de enamoramiento, que es una multitud de dos, y terminan también con lo misma la ruptura y sus dos habitantes vagando por ahí en la noche de la sociedad global, que no se llama edad media, sino depresión.
Toda sociedad, como toda ciudad, y como todo, tiene dos límites: donde empieza y donde termina. Donde empieza recibe el nombre de creación, fundación, centro, inauguración u origen; donde termina, recibe el nombre de que ahí-se-acabó, o de destrucción, fin, o como sea, total, para cuando eso sucede ya no hay nadie a quien le importe ponerle nombre. Las sociedades grandes, como la romana, empiezan con un mito, un acto sagrado, un ritual, es decir, con un movimiento de masas o multitudes, y terminan con la destrucción de sus murallas, de sus caminos, de su idioma, y sus habitantes vagando por cinco siglos en la noche de la edad media. Las sociedades pequeñas, mínimas, que son las que se forman entre dos, empiezan también como un movimiento de masas, que recibe el nombre común de enamoramiento, que es una multitud de dos, y terminan también con lo misma la ruptura y sus dos habitantes vagando por ahí en la noche de la sociedad global, que no se llama edad media, sino depresión.
Creación y destrucción son los sentimientos límite de toda sociedad, sea de dos o de mil. Ahora bien, entre estos limites, existen ciertos otros sentimientos intermedios que son típicos, y que son justamente la tensión y oposición entre la creación y la destrucción, entre la luz y la sombra, entre un poder y un contrapoder, entre lo blanco y lo negro, y que son digámoslo así, rojos y verdes, no como los tamales, sino como la sangre y la bilis, y que son por una parte, los celos, y por la otra el perdón: estos dos sentimientos son mitad creación y mitad destrucción. Con ellos se completa la descripción de los sentimientos básicos de toda sociedad, sea grande o chica, y esto es lo que se describirá.
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Fotos de Lirba Cano y de Chac.
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