El profesor Avenarius y la especie motorizada

por ChacSol

Publicado impreso en el Semanario OPsiones (UAQ, 2003) y en la revista Diálogos para repensar la psicología (Lipro-UNEDL, 2005) 

        Barrrio del Santuario, Guadalajara, 2023.
 

Los coches han hecho que la antigua belleza 

de las ciudades se vuelva invisible […] 

protesto porque los coches 

han causado el eclipse de las catedrales.


El profesor Avenarius 

en La Inmortalidad, de Milan Kundera


En los albores del siglo pasado las ciudades vieron nacer una nueva especie. Uno de sus dioses creadores se llamó Henry Ford y sus primeros hijos llevaron su apellido, aunque luego surgieron otros de diversos credos y razas: Volkswwagen, General Motors, Peugeot, Renault, con nombres de pila como Chevy 1994, Mustang 68 o Jetta Generación 4. Hay además los que tienen apodos cariñosos como “vocho”.

 

 Esta nueva especie se ha mostrado despectiva respecto a los antaño pobladores de las ciudades, esos entes que aún pueden verse en pequeñas cantidades en el mundo de las calles, pero que más bien han quedado recluidos en reservas como parques, centros históricos y andadores: los peatones. A este último grupo pertenece el profesor Avenarius, divertido personaje de la novela La Inmortalidad de Milan Kundera, que toma al mundo como su juguete. Avenarius da cuenta de la constipación del pensamiento que cada vez sufre más para desplazarse a través de los espacios dado que éstos se encuentran ocupados por coches. “Los coches, que han llenado las calles, redujeron las aceras, en las que se amontonan los peatones. Cuando quieren mirarse unos a otros, ven los coches al fondo, cuando quieren mirar la casa de enfrente, ven los coches en primer plano; no existe un solo ángulo desde el que delante, detrás, al costado, no se vean coches. Su ruido omnipresente corroe a cada momento la contemplación como ácido”, exclama airado el profesor (Kundera, 1989, p. 291).

 

 Se suele decir que la vida de los automóviles depende de neuronas y palancas humanas, pero pocas veces se ve a la gente comportarse con tanta bestialidad. Les vemos rugiendo en cada luz roja, amontonados en los cruceros, ya trepados en las aceras. Hoy, la especie motorizada se ha tragado a los transeúntes, obligándolos a no mirar hacia la calle, pues dentro de sí les ofrecen una cómoda sala de estar, con ceniceros y música. 

 

 Estos especímenes exigen no ser molestados a su paso, para lo cual quien ya ha sido tragado por el vehículo adopta su actitud: la de una fiera salvaje,que usa el claxon y el acelerador como extensión de su ira ante “el güey que no se fija”. En la sociedad automovilizada impera la ley del más fuerte, que por lo general es el de carrocería más

grande.

 

 Los vehículos de automotor son una especie que nos domina: han esclavizado a gran cantidad de sujetos haciéndoles pagar tributos mensuales para su compra y mantenimiento, ahogándolos en deudas. Además nos hacen aspirar lo que ellos expiran, gases que nos están quitando capa de ozono y pulmones. Los servicios de obras públicas de nuestros gobiernos gastan enormes cantidades del presupuesto en construirles vías para su cómoda circulación, donde no sean importunados por imprudentes caminantes. Aquel peatón que se atreva a ir por esos rumbos se sentirá más horrorizado que si estuviera ante una estampida de dinosaurios estilo Jurassik Park. Tomar la primigenia opción de desplazarse con los pies, sintiendo el viento en la cara y saludando a los vecinos resulta toda una proeza.

 

Lo paradójico está en que con tanto problema que causan a nuestras vidas, el exterminio de la calle, espacio donde se gesta el pensamiento, siguiendo con la contaminación del aire, el deterioro de nuestra economía, hasta negarnos la posibilidad de ejercitarnos naturalmente (porque quien vive con coche no puede ir sin él ni a comprar cigarros a la esquina), cada vez más individuos tengan como prioridad adoptar a uno de estos cacharros recién nacidos aunque les vaya a sorber la existencia. 

 

 Es verdad: “todo el mundo tiene un Jetta… al menos en la cabeza”, y si no pregúntenle a cualquier universitario, comerciante, adolescente, ejecutivo, ama de casa o burócrata.La solución que propone el profesor Avenarius es tajante: hay que tomar un cuchillo afilado y salir a la calle a ponchar los neumáticos de los coches. El movimiento Reclaim the streets nacido en Europa, convoca a cerrar el paso a los coches que quieran incursionar en las calles y utilizarlas para actividades sociales y recreativas. Pero en rigor, tomar las calles es lo que hace la gente cada vez que desea volver a pensar como gente, cada vez que quiere sentir que pertenece a su sociedad, y entonces celebra a los santos patronos del barrio, honra en procesión a sus muertos, protesta en contra del neoliberalismo o la inseguridad o simplemente sale a tomar el fresco.

 

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