En conclusión, el mundo no se arregla con recetas de cocina. Y eso es lo único que ha salido últimamente de las torres de marfil de las universidades, en donde se ha logrado aislar limpiamente a la práctica de la teoría y a los asuntos de la materia de los asuntos del espíritu. En efecto, en las universidades están puestas en departamentos separados, por una parte, las ciencias naturales, y por la otra, las que se pueden llamar algo así como ciencias críticas; las ciencias naturales serían aquel modo de conocimiento que descansa en las técnicas, es decir, todo aquello que tiene que ver con hacer algo, mientras que las ciencias críticas serían siempre unas filosofías, es decir, todo aquello que se refiere al acto de pensar.